El 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional para eliminar la violencia contra la mujer. Este día fue instituido por la Organización de las Naciones Unidas en honor a las Hermanas Mirabal, activistas por los derechos de las mujeres asesinadas por el régimen del dictador Leónidas Trujillo en República Dominicana en 1960.
La lucha de las hermanas Mirabal tuvo su cumbre, pero también su fin trágico, con su muerte a manos del régimen dictatorial. Su lucha y la de sus hermanas fue uno de los componentes que minaron la dictadura de Trujillo, y su muerte fue una de las causas más grandes de la caída del dictador. El acontecimiento fue reconocido a nivel mundial y se unió y fortaleció las voces en contra del régimen que no solo desangraba a República dominicana, sino que también se ensayaba contra las mujeres de la isla.
La violencia que terminaron sufriendo las hermanas Mirabal fue real, siguiendo el significado por el cual reconocemos el término. Es el tipo de violencia que siguen sufriendo millones de mujeres en el mundo, particularmente en países como el nuestro, donde el activismo y la lucha por los derechos automáticamente convierten a las mujeres en objetivos de quienes defienden un status quo retardatario, mas afin a sus intereses.
A ese tipo de violencia, se suma la violencia psicológica que aun sufren las mujeres en nuestro medio. En lugares de estudio y trabajo, en sus casas y comunidades, un sentimiento machista aun persistente da pie a que las mujeres sufran con una concepción de inferioridad errada, y una formación que prima el concepto de que son objetos, y su papel en la vida es servir, particularmente a los hombres, sin tener la oportunidad de manifestar las potencialidades propias.
Otro aspecto que aún se presenta, particularmente en entornos laborales y estudiantiles, es la idea general que los triunfos de las mujeres no obedecen a sus cualidades personales como la inteligencia o la voluntad de trabajo, sino que obedecen a que se utilizan los “encantos” para ascender la escalera profesional. Esta idea, muy cargada de la misoginia imperante, borra en un segundo la capacidad intelectual de las mujeres, sus valores y aptitudes, y las reduce a un objeto que no merece los triunfos alcanzados.
En este contexto la misoginia existente en nuestra sociedad también les quita la voz las mujeres, desvalorizando sus denuncias de acoso y restando credibilidad a su voz por el solo hecho de ser mujeres. Las relaciones de poder, de por si intrincadas, son más complicadas para las mujeres, las cuales sin importar su rol o lugar en las mismas, siempre van a ser acusadas, desvalorizadas o ignoradas.
Por todo lo anterior, damos más valor a la conmemoración del Día Internacional para eliminar la violencia contra la mujer. Aunque se han dado avances en los últimos años, y se ha reenviado el valor de las mujeres y la denuncia de situaciones que vulneren su integridad en el espíritu de acciones y movimientos como el #MeToo, es necesaria la construcción de un sistema de educación igualitario, que brinde desde la infancia elementos para reivindicar la igualdad y el empoderamiento de las mujeres, y que en la vida diaria y los entornos que habitamos todos los días, se reconozca, y nos reconozcamos, a las mujeres como sujetos con dignidad e igualdad de derechos.