Existe actualmente un consenso mundial sobre la magnitud de la crisis climática y sobre su origen en la emisión de gases de efecto invernadero, producidos en gran medida por la quema de combustibles fósiles.
La transición energética se ha convertido entonces en un derrotero de muchos Estados, en un reto tecnológico y económico para muchas empresas, y también en una oportunidad que han tomado organizaciones sociales y comunidades para incidir en la transformación de las condiciones que han originado esta crisis.
Aunque exista este acuerdo sobre la necesidad de actuar, los significados y alcances de estas transiciones están todavía en disputa. ¿Cuál es el núcleo de esta transición? ¿Cómo se mide su éxito? Una forma de verlo es en cantidades de emisiones que se dejan de emitir a la atmósfera en la producción de energía, y cuánta energía comienza a ser producida por fuentes renovables. El concepto de carbono-neutralidad, apoyado ampliamente por gobiernos y empresas, incluidas varias de combustibles fósiles, busca una suma cero entre los gases que seguirán emitiendo y los que podrán capturarse por medios naturales y tecnológicos.
La efectividad de esta promesa es altamente discutida, entre otras razones porque los sumideros naturales de carbono tienen una capacidad limitada, y porque las medidas tecnológicas, a su vez, tendrán sus propios impactos territoriales y ambientales negativos, y no está probado que realmente funcionen a escala global y en el largo plazo. Es, entonces, un imperativo civilizatorio pasar la página de los combustibles fósiles en el menor tiempo posible.
Autoras y autores
Paola Yanguas-Parra
Andrea Cardoso
Felipe Corral
Luis Álvaro Pardo Becerra
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