{image}http://www.eldia.co/images/stories/211010/003.jpg{/image}Desde las honras fúnebres de Eduardo Umaña Mendoza, el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia no se veía tan repleto de  estudiantes, profesores, sindicalistas, activistas de los derechos humanos y trabajadores, como previo homenaje antes de su traslado a San Jacinto.

"Hace 12 años, fue asesinado el vicepresidente de la CUT en Bogotá".

En San Jacinto nadie olvida el sepelio de Jorge Luis Ortega. La tierra de los gaiteros de las flautas de millo, se colmó de miles de paisanos en la despedida de uno de sus hijos más queridos aquel 23 de octubre de 1998. Ni siquiera el torrencial aguacero que se desgajó aquella  tarde en el litoral, impidió el cortejo que reunió  a su pasó gentes de Cartagena,  Arjona y Turbaco.

Al son de vallenatos, la música preferida de Jorge, y el llanto de La niña Choy, como llamaba Jorge  a su madre, fue sepultado el dirigente de  sonrisa fácil que desde muy joven veló por el  pueblo costeño y más tarde se convirtiera en vicepresidente nacional de la Central Unitaria de Trabajadores CUT.

Ortega comenzó su vida sindical en 1979 a los 25 años trabajando para  la Electrificadora de Bolívar. Su trasegar con las bases lo condujo muy pronto a ocupar un cargo como directivo nacional del Sintraelecol, la federación de trabajadores del  sector eléctrico.

Ortega, miembro de la Comisión de Derechos de la CUT,  se convirtió en uno de los dirigentes obreros más amenazados del país. Decenas de veces tuvo que tomar el camino del exilio. Que siempre fue breve pues no se aguantaba, como solía decir, sin el overol de la lucha puesto.

El asedio al líder obrero se tradujo incluso, pocas semanas antes de su muerte, en una allanamiento a su apartamento donde fue golpeada su señora esposa Zoila García, en presencia de sus dos pequeños hijos, José Luis y Cristian Camilo, de seis y siete años.

Precisamente ese 1998 permaneció casi todo el tiempo en el país. Y prestó todo su concurso en la preparación y movilización del paro nacional sindical de septiembre de ese año contra las privatizaciones.  Que resonó con fuerza paralizando el sector estatal por 21 largos días. La protesta estalló el 27 de septiembre, a  solo 47 días de tomar posesión el presidente Andrés Pastrana.

En medio de la protesta obrera, el 20 de octubre de 1998 a las 7. 30 de la noche, faltándole pocos pasos para entrar al conjunto familiar  donde vivía en el barrio Las brisas, carrera  7 con calle 16 sur,  en Bogotá, un sicario descargó seis disparos  sobre Jorge Luis Ortega, varios en su cráneo. Pocas horas antes, había firmado un comunicado condenando a nombre de la central, el atentado al oleoducto de Machuca que dejara casi un centenar de humildes pobladores muertos.

El más grave atentado contra la dirigencia nacional de la CUT conmovió a todo el movimiento sindical. Al día siguiente  ordenó un  paro nacional que tuvo nuevas repercusiones y una oleada de protestas en el mundo, incluida la de la Oficina Internacional del Trabajo OIT, que en Ginebra ordenó la más alta sanción contra un país, la Comisión de Encuesta.

El crimen de Jorge Luis Ortega permanece en la más absoluta impunidad.


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