{image}http://eldia.co/images/stories/250111/002.jpg{/image}En pleno siglo XXI, los trabajadores de una conocida cadena de restaurantes de Bogotá, deben pagar el 50% de las propinas que deciden no cancelar los clientes. La esclavitud moderna.

Es decir, que además de recibir unos salarios de hambre, si un comensal decide no pagar el 10% como recargo por el servicio, lo que no es obligatorio, al pobre mesero o cocinera se le descontará  ese monto en su quincena.

La denuncia de unas valientes empleadas que hace días se dirigieron al ministerio de la Protección Social, tuvo que caerles como un vendaval arrasador  a los propietarios después de que saliera al aire en la popular W.

“Son políticas de la empresa”, se limitó a decir el gerente de recursos humanos de Sopas y postres de la abuela que se negó a dar declaraciones a los oyentes.

Camila, la periodista de la emisora anotó,  en una excusa imperdonable,  que no habían llamado al ministerio por que solo querían hablar con el viceministro y este se encontraba  en el Perú como si nadie más pudiera resolver la petición de los humildes empleados de Sopas y postres de la abuela.

El ministerio, tan acucioso para decretar en un segundo la ilegalidad de una justa huelga, les respondió a los empleados del negocio que “en quince días hábiles tendrían un concepto”, como si no fuera algo de urgencia como señaló al aire una de las denunciantes.

Pero Julito y su combo de la  W ahí están pintados. Solo les interesa hablar con las elites, con los cogollos del poder como si no lo pudiera hacer  en este sencillo caso, cualquier funcionario de dicho ministerio,  que en un santiamén tendría  que expresar lo que todos sabemos: la medida que cocinaron en el comedero de marras no solo es ilegal sino un atraco al salario de los trabajadores.

Este viejo problema de las propinas a los trabajadores en restaurantes y negocios de bebidas ha saltado  de nuevo. Decenas de miles de empleados en todo el país no las ven casi pues por lo general ese apetitoso 10% cae finalmente en manos de los propietarios.

Por desgracia, como pasa en muchos de estos casos, la rama de los trabajadores de los servicios alimentarios no están organizados y sin la herramienta del sindicato, son presa fácil de abuelas desalmadas como la de Sopas y postres.


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