{image}http://eldia.co/images/stories/210211/002.jpg{/image}Cuando algún periodista le preguntó a Regis Debray como retrataría a Colombia, respondió, casi sin pensarlo,  que era “una viuda de negro, desalmada y sin noción de su historia”.


La respuesta la dio Debray  en Paris en una rueda de prensa  a pocos días de haber sido dejado en libertad por los militares bolivianos que lo acusaban de ser cómplice de las actividades guerrilleras del Che.

Hoy las agudas palabras del conocido politólogo francés no dejan de retumbar en la memoria tras ver la acción,  sin precedentes,  de Raúl
Carvajal en plena plaza de Bolívar de Bogotá. Y que resume la precaria situación de la justicia en Colombia.

Carvajal llegó muy temprano este domingo 20 de febrero a la plaza mayor,  acompañado de un camión con carteles por todas partes denunciando el asesinato de su hijo, un suboficial del ejército.

El hecho en sí no tendría nada de especial. Durante años los familiares de las víctimas de la violencia, viudas, hijos, nietos, han ocupado esta plaza para la denuncia y ha resonado siempre el clamor contra la impunidad.

Pero llegar con el cadáver de su propio hijo, con los restos envueltos en una sabana para matizar el dramatismo de su exigencia de verdad, justicia y reparación, jamás había ocurrido en este país que a veces piensa  que lo ha visto todo.

Según su reclamo, su hijo fue muerto por militares al negarse a participar en un falso positivo, el equivocado nombre que los medios le han dado a  las ejecuciones extrajudiciales y que pasan de miles en la última década.

El padre tomó esa decisión de dejar los restos óseos frente a la estatua de Bolívar, después de traerlos de Montería, en protesta por la muerte del sargento, al parecer, como consecuencia, según dijo él, de "un falso combate ocurrido en El Tarra, Norte de Santander".

Raúl Carvajal aseguró que esa muerte se debió a que su hijo, supuestamente, no quiso participar en el asesinato de dos jóvenes que serían reportados como guerrilleros muertos en combate.

Con el valor civil de su tragedia, que lo impulsa a no cejar en la búsqueda de la verdad, y a pesar de su larga edad, Carvajal culpó a los altos mandos militares y al propio presidente Santos como responsables del crimen.

Y se quejó con amargura que en estos cuatro años jamás los medios han atendido sus denuncias. Que rompieron el cerco del silencio cuando optó por el recurso extremo de llegar con los propios restos de su hijo a Bogotá, viajando desde Montería a 700 kilómetros de la capital.

Las imágenes de don Raúl han dado la vuelta al mundo. Pero cuándo será que esta patria deje de ser la viuda desalmada que atienda por fin a todos sus hijos y nadie tenga que recurrir a pasear los restos de sus familiares para exigir justicia.

 


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